El evangelio de Marcos empieza con una inusitada rapidez y energía. El autor no pierde un minuto con largas historias sobre el nacimiento y la infancia de Jesús o con listas genealógicas sobre su linaje mesiánico legítimo (como hacen Mateo y Lucas). No hay un prólogo exaltado que identifique a Jesús como la auto-revelación de Dios, ni se le coloca dentro del esquema de la historia de la salvación (como en Juan). En unos cuantos párrafos cortos,
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